¿Quiénes son los andarines?

 
 

Por Rosana Colón

¿Quiénes son los andarines?

El andarín es un niño que ha aprendido a caminar. Comienza a cargar cosas con sus manos mientras anda y comienza a aplicar lo que Montessori llama el “máximo esfuerzo”: necesita practicar nuevos movimientos y esforzarse cargando objetos pesados. La andarina también es una niña que observa con curiosidad todo lo que hay a su alrededor: movimiento, lenguaje y el uso de las cosas. 

Ellos tienen lo que Montessori llama una “mente absorbente”: una mentalidad capaz de absorber absolutamente todo a su alrededor, sin esfuerzo y sin fatiga. Esta niña no usa la razón. O sea, ella no decide “bueno… OK, hoy voy a absorber la forma en la que papá me habla”. No, su propia “guía interior” le lleva a observar e internalizar la forma en la que se comunican con ella, las actividades que otros hacen a su alrededor, y un sinfín de elementos. También repite con muchísimo interés las actividades que tenga disponibles: usa sus manos, usa sus formas de comunicarse y de trabajar. 

Vemos a estos andarines y andarinas subir una y otra vez las escaleras, buscar una y otra vez el mismo libro, cantar las mismas canciones, intentar las mismas actividades que ya realizaron 10 veces ayer. 

Los errores son comunes en esta etapa (y en todas las etapas de nuestro desarrollo), pues “es de humanos errar”. Los errores son superados intentando otra vez, repitiendo. La repetición, también nos dice Montessori, es una tendencia humana que nos ayuda a concentrarnos e intentar otra vez, en nuestra búsqueda de la perfección. Los errores son, al fin y al cabo, oportunidades para intentar de nuevo. Podemos resumir que el andarín es un niño de 1 a 3 años que: 

  • Camina.

  • Absorbe todo.

  • Explora incansablemente.

  • Le interesan las causas y los efectos.

  • Florece con el orden: necesita orden en el ambiente físico y en el ambiente emocional (consistencia de parte de los adultos, una rutina diaria).

  • Pasa por unos periodos sensibles hacia el lenguaje, el movimiento, el orden y el refinamiento de los sentidos. Es muy sensible a estos aspectos del desarrollo.

  • Necesita repetir las actividades que le presentamos para poder lograrlas de forma independiente. 

  • Se comunica de muchas formas, hasta que, aproximadamente para los 2 años, llega su “explosión del lenguaje” y ya, ese bebé que solo se comunicaba con llanto, gestos, o palabras sueltas, comienza a hablarnos sin parar, encantado de su descubrimiento humano. 

  • Está en pleno proceso de conocerse de una forma muy concreta. Comienza a conocer su cuerpo, su lenguaje, su potencial, sus emociones.

¿Cómo apoyar el desarrollo de estos niños?

Ante esta infancia que hemos descrito, los adultos queremos responder de la mejor forma posible. Queremos ser guías en el camino de su desarrollo. No queremos ser obstáculos. Dice María Montessori que “cualquier ayuda innecesaria a un organismo en desarrollo, es un obstáculo a su crecimiento”. Entonces, ¿cómo respondemos con sabiduría ante conductas difíciles? ¿cómo sabemos si nuestra ayuda es necesaria o innecesaria? Un “mantra” para repetir es: observar, pensar y luego actuar. Hoy queremos compartir unas estrategias para observar las acciones de los andarines y practicar responder con redirecciones respetuosas, que consideran unos límites apropiados para que los andarines puedan desarrollarse en libertad. 

La redirección positiva 

La dirección positiva tiene que ver con guiar a los niños hacia conductas aceptables. Usamos la palabra “positiva” porque en vez de usar el “no”, usamos lenguaje positivo: le dirigimos hacia lo que puede hacer.

¿Qué debo considerar conductas inaceptables? Aquellas que atentan contra el ambiente (pintar en la pared, destruir un material), contra otra persona (dar, patear), o contra uno mismo (hacerse daño). ¿Cómo redirigirlas? En lugar de distraer a los niños con algún otro objeto o que mire para otro lado para quitarle lo que tenía en la mano, o simplemente decir que “no”, podemos dirigirlos hacia lo que sí pueden hacer. 

 
 

En términos generales, y siempre que no sea una situación de emergencia, puedes recurrir a la redirección positiva. Si la andarina está trepándose en un lugar que no es seguro, observa esa necesidad de trepar, y piensa en alguna solución creativa para que lo pueda hacer: quizás puede trepar un cajón de leche o un tronco en el patio. Además de una ayuda para conectar con las necesidades de nuestros hijos, esta estrategia nos ayuda a pensar creativamente y buscar soluciones.

Considerar el desarrollo

Otro elemento importante es ser comprensivos en cuanto al desarrollo de los andarines, formando expectativas adecuadas. No queremos regañar a un niño por hacer algo que está diseñado, “de fábrica”, para hacer. No hacen cosas porque son “malos” o “groseros”, sino porque es parte del desarrollo del explorador incansable. Algo que podemos hacer es ajustar nuestras expectativas. Si sabemos que ellos trabajan ejercitando sus cuerpos, sus manos y su lenguaje, podemos ir viendo que sus conductas muchas veces nos expresan una necesidad. Si ajustamos nuestros espejuelos, podemos ver en ese niño que empuja la mesa o el estante una necesidad de “máximo esfuerzo”, en vez de una conducta “mala”. Aún así, sabiendo que es inaceptable esta acción, buscamos alternativas para comunicarlo, como: “veo que estás empujando el anaquel. Si el anaquel se cae, puede dañarse. Puedes empujar esta vagoneta”.  

Cuidar nuestro lenguaje

Unas consideraciones importantes en cuanto al lenguaje son: hablarle directamente al niño y comunicarte de una forma neutral, sin enojo ni frustración. Generalmente, al niño de 1 año le queremos dar una instrucción a la vez. Por ejemplo, decirle: “busca tu pantalón”. Luego de dar la indicación, hay que esperar. Permite que el niño escuche, procese y pueda ejecutar. Mientras nosotros podemos controlar nuestras acciones bastante inmediatamente, los niños de 1 año aún están desarrollando su comprensión y su control motriz: en lo que el mensaje llega del cerebro a la mano, tenemos que practicar un poco de paciencia y comprensión. Más adelante, tal vez luego de sus 2 años, podremos darle 2 direcciones, por ejemplo: “busca tu pantalón y siéntate en la silla”, para que se lo pueda poner sentado. 

Otra consideración importante en relación al lenguaje, es minimizar el uso del “no”. Una razón clave es que queremos guardar el “no” para las emergencias y momentos cruciales para la seguridad del niño. Si lo usamos todo el tiempo, va perdiendo fuerza (como “el niño que gritó, ¡lobo!”). Si el niño está a punto de tocar algo que le puede quemar, o a punto de cruzar la calle sin nuestra mano, necesitamos poder gritar “¡no!” y ser escuchados. 

Un resumen de cómo redirigir:

  • Ir directamente a donde el niño y bajar a su nivel. 

  • Usar una voz neutral, firme y tranquila. En lo posible, no ir con enojo. 

  • Usar un lenguaje apropiado para su nivel de desarrollo y para que lo pueda comprender. Piensa en lenguaje claro y conciso. 

  • Validar las emociones.

  • Establecer el límite apropiado (recuerda que son: respetar los materiales, los otros, y uno mismo). 

  • Ser consistente y perseverante. Si estableces un límite nuevo, sé consistente con él, siempre con calma y seguridad.

  • Algo que no habíamos dicho: practica mucha empatía y no te lo cojas muy personal, pues esto tiene que ver con su desarrollo, no con nuestra aptitud como maestra/o, papá, mamá, o cuidador/a. 

Los berrinches o pataletas 

Muchas veces, al establecer un límite o redirección, puede haber una reacción fuerte por parte del andarín. Lo primero que hay que recordar es que los berrinches son normales. Pueden pasar porque no tienen las palabras que necesitan para comunicar sus emociones de otra forma, porque están experimentando la frustración o la tristeza de que las cosas sean distintas a como las quieren, o por cansancio, hambre o disgusto. Además, ¿recuerdan que florecen con el orden? A veces, cuando algo se sale de orden en su vida (algo cambió en la rutina, hubo una discusión entre los adultos, etc.), esto puede desestabilizar al niño. Unos elementos que recordar son:

  • Validar las emociones

 
 

Cuidar la seguridad de la niña. Si está tirando cosas o haciéndose daño, la recomendación es intervenir con calma y seguridad: “voy a moverte al cuarto para que puedas tirar las almohadas. Voy a estar aquí para cuando estés lista para hablar”. 

  • Darle espacio. Por ejemplo: “Aquí puedes llorar todo lo que necesites, hasta que estés lista para volver al patio”.

  • Procesarlo luego. Una vez pasa la pataleta, podemos hablar de qué pueden hacer la próxima vez. No quiero que mi hija concluya que tirarse al piso es la forma en la que le voy a dar el dulce que está pidiendo, o en que le voy a dejar pintar la pared. Luego de que pase el berrinche, pueden hablar: “Vi que por la mañana lloraste mucho cuando no pudiste usar el juguete de tu hermana. La próxima vez, puedes decir estas palabras: “yo quiero un turno” y esperar a que ella termine de usarlo”.  

  • Anticipar. Otra herramienta poderosa es anticipar. Si hay una pataleta cada vez que se le retira la tableta, puedes anticipar: “en 10 minutos ya hay que apagar las tabletas”. Quizás la pataleta viene, pero “en guerra avisada, no mueren soldados”. 

La voluntad

Los andarines están experimentando el nacimiento de su voluntad. Pasan por lo que Montessori y Silvana Quattrocchi Montanaro llaman “la crisis de la auto-afirmación”, en que es muy común que se opongan y digan que “no”. Yo tú, celebro el hecho de que tu hija tiene voluntad. Es algo que nos da la vida y que nos hace humanos: querer hacer, esforzarnos por lograr las cosas. En este momento es importante trabajar con la voluntad de mi hija, y no en su contra. 

“En realidad, lo que el niño ya no acepta [diciendo que “no”], es nuestra manera de hablarle, en la que continuamente enfatizamos que es pequeño y debe hacer lo que se le ordena. En esta etapa, su ego quiere ser tomado en cuenta y consultado cuando se debe decidir algo que le atañe”. (Montanaro, p. 218)

Una buena estrategia es ofrecer dos alternativas. En vez de preguntar: ¿te quieres lavar las manos”? A lo que es fácil responder: “no”… puedes preguntar: ¿te vas a lavar las manos con el jabón líquido o con la barra de jabón”? ¿quieres comer revoltillo o prefieres avena”?, u ofrecerle dos alternativas de camisas, pantalón y zapatos para su día.  

“En este período, lo que realmente cuenta es ayudar al niño a verificar la importancia de su presencia en la familia. En cuanto se sienta seguro en este punto, dejará de decir “no” y continuará trabajando en paz junto con nosotros. La verdadera colaboración solo viene de quienes no se sienten subyugados y pueden contribuir libremente. Sólo cuando somos libres es posible escoger”. (Montanaro, p. 219)

Otra vez más, estas estrategias pueden ayudarnos a no solo conectar con nuestros hijos de una forma más profunda, aceptando quiénes son y dónde están en su desarrollo, sino que nos pueden ayudar a crecer como personas. Podemos ir observando de lo que son capaces, las cosas que pueden comenzar a decidir y la forma en la que van desarrollándose con libertad, dentro de unos límites que establecemos y que son formas necesarias de amarlos y acompañarlos en su camino. 

Referencias: 

Bidell, Nikki; Flood, Lisa. “Redrection with Infants and Toddlers”. AMS Event, marzo 19, 2022.

Dubovoy, Silvia. “Las tendencias humanas”. Junio, 2016.

Lansbury, Janet. “How to Make No Mean No”. Recuperado de: https://www.janetlansbury.com/2020/07/how-to-make-no-mean-no/. Marzo, 2022.

Montessori, Maria. La mente absorbente del niño. Montessori Pierson Publishing Company, 2017. 

Quattrocchi Montanaro, Silvana. Un ser humano: La importancia de los primeros tres años de vida. Editorial Cuatro Vientos, 1989.

Xavier Rivera